he querido cantar
y hacerlo como tú,
una necesidad, así como
el agua a los conejos blancos.
Me confieso: cuando cantas
me vuelvo un chiquillo
en una pollada,
entre cumbias y salsa,
que terminan en peleas
de borrachos
por madres solteras.
Y la sensibilidad que tienes
a lo injusto, que no tengo
¿la compartirías conmigo?
Y si te olvidas de él,
abrirías la alacena del amor,
desconocida por soñadores
que desearon cambiarlo todo
y no sobrevivieron.
Tú, como ellos: Los cantos
de la muerte
nunca se escucharán
en tu corazón.