Bocanadas de aire,
gritos internos estremecen
los caminos transitados.
Buitres devoran al aherrojado
hombre.
Infinitos dolores se hacen
costumbre,
iniciado el día espera la suerte.
Alaridos por el golpe a la piel
del alma,
son intensos,
que del llamado divino se
presentan.
Ángeles desde el cielo han
acordado,
no descender a la tierra,
sin poder allí,
serán como el putrefacto hombre.
La marcha en el sendero de la
vida
se acelera de cotidianidades,
tornándose gélida la noche
los inertes cuerpos salen
a concitar dinero ,
para su infortunado recién
nacido,
que espera sin haber vivido,
ya la muerte.
Mientras en lo alto cierran los
ojos,
como si nada sucediera.
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