Son ellos
mismos, cuando lleguen, quienes tienen que investigarlo.
Les queda fortalecer las instituciones.
Están captando adolescentes pobres
para investigar la violencia.
Los educan memorizando lecciones sobre ética,
para que, cuando quieran escapar,
asciendan al mismo trabajo.
Es en la misma universidad más antigua del país.
Saben cómo capturar la imbecilidad; ellos quieren salvarse.
Su verdad es que son libres y peligrosos,
y si fallan y mueren, lo ocultarán,
como han ocultado todas sus muertes.
La sangre animal en nosotros
es heredada en mí, de la madre de mi madrastra,
que luchó también por comedores en barrios marginales.
Yo sé todo de esos inútiles académicos
que siguen planeando nuevas formas de manipulación.
No creo que me traiciones, María;
yo confío ciegamente en ti.
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