Bocanadas de aire.
Gritos internos estremecen
los caminos.
Buitres devoran al hombre entregado.
Infinitas destrucciones se hacen costumbre,
iniciado el día se espera la suerte.
Ecos de extintas aves
que del llamado huyen.
Se presentan.
Potencias desde el cielo han acordado
no descender a la tierra.
Con poder allí
serán como el putrefacto hombre.
La marcha en el sendero de la vida
se acelera de cotidianidades.
Tornándose gélida la noche
los inertes cuerpos salen
a concitar monedas
para los infortunados recién nacidos
que esperan sin haber vivido
ya la muerte.
Mientras en lo alto cierran los ojos
como si nada sucediera.
Existe la esperanza de que la elegida nos
salve.
Me he dado cuenta muy tarde.