Los motores le han destrozado los oídos,
y oye silbidos, abstrayéndose.
En trabajos de riesgo obtuvo hernias,
Que deformaron su columna vertebral.
De gritar en las calles por su jornada del día,
escupe sangre y le duele.
Y perdidos los dedos índice y medio
en la máquina de cortar, lo han echado.
Si les quedara fuerzas para apoyarse,
soportarían su muerte;
y, cuando intenten utilizarlos de nuevo,
escupirles la cara.
Y a los que les dieron luz para no morirse,
y a los que los quisieron matar, quererlos.

